domingo, 10 de febrero de 2008

Rodrigo Rojas
Director Escuela de Literatura, UDP

Mapuche

Señor Director:

Gracias al señor Villalobos me entero de que los mapuche no existen; perdón me expresé en mapuzungun, quise decir los araucanos. ¿En qué minuto sucedió? Seguramente fue por su capacidad de adaptación, tanto que les gustó el caballo, el hierro y ahora la internet y el Partido Separatista Vasco. Todas éstas son señales de que ha desaparecido su cultura. Por supuesto, sólo la nuestra, la cultura dominante, ese vástago casi occidental, tiene el privilegio de imitar al mundo industrializado y de cambiar para adaptarse sin perder su identidad. Lo sospechaba, pero no me atrevía a decirlo. Ahora que lo afirma alguien que goza de la autoridad conferida por los cartapacios de la educación formal, lo puedo repetir: el mapuche no existe.

Los libros publicados en esa lengua (en ediciones bilingües) son nada más que una moda étnica de autores como Leonel Lienlaf, Elicura Chihuailaf, Jaime Huenún, Jacqueline Canihuán, Adriana Paredes Pinda, entre muchos. Un albañil de Cerro Navia, David Añiñir, un día se levantó por la mañana y decidió convencer a sus padres, emigrados de reservaciones indígenas, de que él era mapuche. También fingió frente a sus vecinos que era un peñi, y ellos también venían fingiendo hace dos o tres generaciones, desde que instalaron su campamento en la periferia de Santiago-waria. Qué descaro, a ese albañil se le ocurrió escribir poemas con palabras mapuches incrustadas y al mismo tiempo declararse punk (¡un mapunky, imagínense!). Su libro Mapurbe también debe ser un capricho, y gracias a las tranquilizadoras palabras del señor Villalobos sabemos que habla de algo que no existe.

Rodrigo Rojas
Director Escuela de Literatura, UDP

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